Existen diferentes factores internos y externos que afectan la solubilidad de un soluto en un disolvente. A continuación, estudiaremos algunos de ellos. El factor interno principal es la interacción soluto−disolvente, la cual está dada por la naturaleza del soluto y del disolvente. Como vimos anteriormente, en el proceso de disolución, las moléculas de disolvente tienen que rodear a las moléculas de soluto para romper las fuerzas que las mantienen unidas entre sí y así lograr separarlas. Por regla general se dice que “lo semejante disuelve lo semejante”, lo que significa que un disolvente polar va a disolver sustancias polares y un disolvente apolar disolverá sustancias apolares.
Antes de hablar de los factores externos que afectan la solubilidad, es necesario definir dos términos que se emplean cuando se preparan disoluciones líquido−líquido, para determinar la solubilidad del soluto con respecto al disolvente.
Líquidos miscibles
Son líquidos que se pueden mezclar en cualquier proporción y el resultado siempre será una mezcla homogénea. Un ejemplo es la disolución de alcohol−agua que usamos para desinfectar las heridas
Líquidos inmiscibles
Son líquidos que no se pueden mezclar para formar una disolución. Esto ocurre cuando los dos son de naturaleza diferente, es decir, uno está compuesto por moléculas polares y otro por moléculas apolares. Un ejemplo es el agua y el aceite.
Entre los factores externos que afectan la solubilidad hablaremos principalmente de tres: agitación, temperatura y presión.
Agitación
Disolver un sólido es un proceso lento que requiere que las moléculas del disolvente viajen hasta la superficie del soluto, interaccionen y vuelvan al interior de la disolución con moléculas de soluto. La agitación es un proceso mecánico para aumentar la movilidad de las moléculas dentro de la disolución, facilitando así el transporte de las moléculas de disolvente a la superficie y también haciendo que las moléculas de soluto que se encuentran en la cercanía del sólido viajen más rápidamente hacia el interior de la disolución. La agitación no aumenta la solubilidad como tal, pero sí disminuye el tiempo que demora un sólido en disolverse en un disolvente determinado. Es decir, hace que el proceso sea más rápido.
Temperatura
Al aumentar la temperatura en una disolución acuosa, las moléculas empiezan a moverse más rápidamente, lo que hace que la solubilidad de la mayoría de los solutos sólidos y líquidos aumente. Si observas el grafico A, verás, por ejemplo, que la solubilidad del nitrato de potasio aumenta rápidamente con el incremento de la temperatura. Por el contrario, si observas el gráfico B, te darás cuenta de que en las disoluciones gas−líquido, al aumentar la temperatura, la solubilidad de los gases disminuye. Esto se debe al mismo efecto: al aumentar la velocidad de las moléculas de gas, estas saldrán más rápido a la superficie, disminuyendo la cantidad de gas en la disolución. Por esta dependencia que existe entre temperatura y solubilidad, los valores de solubilidad siempre van acompañados de la temperatura a la que se midieron.
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